martes, 12 de abril de 2016

Sara Búho

He salido a hablar con las olas
sólo porque sabía que ellas iban a romperse
antes que yo.

Las rocas se han limitado a dejarse abrazar
aplacando la violencia
y reteniendo restos de cada impacto.

Las rocas están perdidamente enamoradas;
es el secreto que guardan todas las costas.
Se van desgastando,
dejando al agua ir con la certeza de que volverá
con más fuerza.
Que volverá,
y volverá para romperse
donde "como siempre" y "hasta nunca"
se hacen equivalentes.

Yo he sido impacto.
Encerré el desamor en una jaula cuando se puso violento;
le observé,
sufrí su agonía,
la escribí;
sentí sus golpes contra sí mismo,
contra él, contra mí
y contra un nosotros que ya no era.

Confundí las rocas con la arena.
Arena que me dejaba ir prometiendo quedarse,
y yo volvía,
pero ya no estaba allí.

Y llegas.
Te miro a los ojos y es como darle la espalda al mar,
sola y únicamente para cerrarlos y dejarse caer después.

Prometí no volver a reconocerme en palabras,
y lo último que he acabado comprendiendo
es que las únicas promesas que rompo
son las que hago conmigo misma;
lo penúltimo,
que la verdadera felicidad es la que se siente por otros
pero nace en el propio estómago;
lo antepenúltimo,
que sé que no podría ser taxista porque todos los caminos
acabarían en tu casa: y todo sin hablar de Roma
y mucho menos del amor.

Eres esa afirmación tajante que a veces abruma
y otras da ganas de vivir sola y únicamente
por y para demostrar su culpabilidad mientras sonríes.
Y sí, la vida da vueltas y yo bailo contigo,
pero es ella la que me pisa los pies:
no le eches la culpa a los tuyos
que sin saber cómo te han traído hasta aquí.

Que toda la redundancia cabe en un beso,
mientras nos callamos un "que se joda el amor",
y no pediré disculpas porque no lo siento.
 


lunes, 11 de abril de 2016

Loreto Sesma


Hay cosas que son muy difíciles de cambiar, amistades que aunque se disipan siguen presentes, amores que matan por eso de que el amor cuando no muere mata porque, amores que matan nunca mueren. Personas que han muerto y sin embargo, su recuerdo esta más vivo que nunca. Existen también sonrisas de melancolía y lágrimas de felicidad. He sido espectador, actriz y guionista acabando a veces con el escenario y quemando un telón que ninguna culpa tenía de que el argumento no me gustase, he mentido para no hacer daño y fui sincera para herir en lo más hondo del  que me había bombardeado. Muchos han dudado de que fuese capaz de hacer algunas cosas y luego he brindado por ellos cuando he llegado  a la cima y les he mandado un beso cargado de reproches. Me da miedo mirar atrás y ver que algunos errores no me sirvieron para nada, sino para darme cuenta de que la vida no es más que una lucha, que no sé luchar pero todavía me mantengo en pie y no sabes que respirar a veces puede ahogarte y por eso odio profundamente las despedidas, porque llevan un mensaje subliminal que grita que no puede haber mañana, porque de todos los vocablos que me llevan al cielo la única que me da miedo es adiós.